2010/03/09

PAÍSES PERSONALES


ÁLVARO REJA (Noé)


No sé a quién se lo oí por primera vez. Quienquiera que fuera decía que existe un tipo de países que son los que todos conocemos, los que aparecen en los mapas, producto casi siempre de invasiones o conquistas, de reclamaciones desatendidas y supuestas democracias más o menos impuestas.

Pero hay además otros países. Son los países personales, que tienen territorios cambiantes que se suman y se restan, sin necesidad de ejércitos que invadan sus ciudades a sangre y fuego, sin amenazas veladas, sin referéndums de autodeterminación. Estos países personales los conforman territorios muy distintos, situados a veces a miles de kilómetros de distancia, y sus habitantes tienen pasaportes multiétnicos, coloristas y variados.

En los países personales caben todos aquellos lugares, objetos y personas que han marcado nuestra existencia, que nos han dejado una huella de emoción, un rastro de felicidad o de tristeza. Su capital puede ser Katmandú, Río de Janeiro o un pequeño pueblo de la Bretaña, o tal vez una mezcla de todos ellos. Sus personajes más significados, los que aparecen en sus billetes de banco de curso legal y en sus colecciones de sellos son las personas a las que hemos admirado o querido, gente corriente que tal vez solo es importante para nosotros.

Mi pequeño país personal es de dimensiones reducidas. Ocupan su territorio muchos paisajes y pueblos del País Vasco, donde he pasado la mayor parte de mi vida, y el Mar Cantábrico azota sus costas. Pero en ese espacio de pocos kilómetros cuadrados están también algunos pueblos de la costa de Cádiz, varias playas de Menorca, Tortuguero, Cienfuegos, Chichén Itzá, San Juan de Luz, Trogir, Finisterre, Gijón, Salamanca, Granada, Oporto, los mercados de Catania, la playa de Matala, en Creta, Praga, las pirámides de Egipto o el Nilo. También incluye lugares en los que nunca he estado, como Rodas, Oslo, Copenhague, Kingston o el Parque Nacional del Serengeti. Su río más importante no es el Bidasoa o el Nervión, sino un tramo imaginario del Orinoco. Sus montañas más elevadas son el K-2 y el Kilimanjaro, situadas en la misma cadena montañosa, no muy lejos una de la otra. Recientemente han sido anexionados la ciudad de Ljubljana y los lagos de Plitvice y Bled.

Por esos territorios pasean habitantes desconocidos a los que muy pocos conocen, y también otros que son bastante famosos, como Omar Khayyam, Amelie Poulain, Siddharta, Hermann Hesse, Walt Whitman, Harpo Marx, César Vallejo, Buenaventura Durruti, Matsuo Basho, Lena Olin, Constantinos Cavafis, Ingmar Bergman, Cary Grant, Kurt Cobain, Jim Morrison, John Renbourn, Ben Kingsley, David Foster Wallace, Anne Consigny y Satélite, el niño protagonista de “Las tortugas también vuelan”.

Todos hemos estado en lugares que no acaban formando parte de nuestros países personales, aunque hayamos pasado largos años en ellos. Hemos leído libros y hemos visto películas que no han dejado en nosotros ningún poso, hemos tenido amigos o amores que olvidamos rápidamente. Hemos conocido también muchas personas que tienen nuestro mismo pasaporte pero son extranjeros en nuestros países personales, que necesitan un visado para cruzar sus puertas, que tienen prohibido el paso o que son recibidos a cañonazos. Con algunos tratamos diariamente. Otros, por el contrario, entran a cada instante y aunque estén varios años sin volver son recibidos con todos los honores, tienen retratos, estatuas y calles dedicadas. Aún desde la primera vez que atraviesan sus puertas, aún sin haber aparecido jamás ante ellas.