CLAUDIO BRAVO (Circe)
Poco a poco la relación entre Mim y Cannelle se fue apagando. Cada vez se veían menos. Cannelle apenas la llamaba, mientras que Mim vivía una vida muy ajetreada, llena de actividades. Hacía viajes al extranjero, salía de noche, tocaba en conciertos de jazz o acudía a acompañar a otros músicos y se enredaba en numerosas aventuras, pero aún así la echaba en falta constantemente. Un día le contaron que se iba a casar y sintió como se le hubiesen clavado un cuchillo en mitad del corazón.
Decidió alejarse completamente de ella para tratar de olvidarla. Sin embargo, cada tarde comprobaba el teléfono por si había recibido alguna llamada suya. No supo nada más en un tiempo, hasta que, de pronto, volvió a recibir algunas llamadas esporádicas. Poco después reanudaron su relación, de una manera ocasional, pendiente siempre del azar.
Con los años las antiguas amantes volvieron a distanciarse. Mim conocía muy pocas cosas de la vida de Cannelle. Sabía, por ejemplo, que vivía en una ciudad cercana, que había tenido un hijo, Mibu, o que tenía un empleo en un organismo oficial. En una ocasión acudió a la puerta de su lugar de trabajo y la vio salir. Estaba distinta, había cambiado físicamente pero sintió la misma ansiedad al verla que en sus primeras citas. Mim dudó si acercarse a ella para saludarla, pero entonces vio que había un hombre esperándola en el interior de un automóvil. Cuando la vio subirse en él y desaparecer entre el tráfico Mim se echó a llorar amargamente.
Después de una vida intensa, llena de relaciones cortas y al final siempre decepcionantes, Mim aún se acordaba cada día de Cannelle. La llamaba únicamente el día de su cumpleaños y tenían una conversación alegre y nostálgica que duraba varios minutos. Después, se quedaba aún más triste que antes de hablar con ella. Le parecía que era muy poco lo que obtenía a cambio de haber esperado con ansiedad aquella fecha y le costaba recuperarse un par de meses.
Un día, a los sesenta y un años, Mim empezó a sentir unas molestias en la parte baja del vientre. Los médicos, tras realizarle tomografías y análisis le diagnosticaron un tumor de útero. Era fácilmente operable, y convinieron con ella en realizar la intervención justo después del verano.
Decidió irse de vacaciones a Centroamérica. Fue un viaje completamente intencionado. Recorrió los lugares de los que Cannelle le había hablado durante los primeros tiempos de su relación, Nicaragua, Guatemala, Honduras. Visitó las comunidades indígenas donde había estado. Inexplicablemente, después de tanto tiempo, sentía una nostalgia insoportable, una extraña sensibilidad hacia todo lo que estuviera relacionado con ella. Al final del viaje se quedó unos días en un pueblo de la costa caribeña. Cada noche salía a pasear por la playa desierta y veía salir las tortugas a desovar. Grupos de turistas con linternas las observaban en su lento viaje y les sacaban fotografías sin luz de flash.
Mim se sentía muy deprimida. Pensaba que su vida estaba vacía por completo. También se sentía atemorizada por la operación. Se veía a sí misma insignificante, débil y sin fuerzas. Una noche, cuando los turistas se habían marchado ya, se introduzco lentamente en el agua y nadó a la luz de la luna menguante, entre las tortugas que habían dejado sus huevos bajo la arena y regresaban al océano, siguiendo un antiguo ritual grabado a fuego en sus genes. Entonces notó una opresión terrible en el pecho al recordar su amor perdido con Cannelle y se puso a llorar desconsoladamente. El mar la iba alejando poco a poco de la costa hasta que ya no tuvo fuerzas para regresar y seguir viviendo.