2010/04/13

PASOS DE NIEVE


JEAN JAMSEN (Ophelie au Coussin Rouse)


Se citaban todos los martes y trece, a las siete de la tarde, en una casa del Callejón de la Estrella. Allí se encontraban varias veces al año, dos o tres generalmente, según coincidieran las fechas del calendario. El primero que llegaba al lugar acordado preparaba algunas cosas para comer y beber. Ese día celebraban la inmensa felicidad de haberse conocido quince años atrás y de seguir juntos aún, a pesar de sus vidas distantes, aunque permanecieran separados durante meses.

Todo empezó como una especie de broma. El encuentro seguía unos ritos, siempre muy parecidos. Se saludaban con gran alegría, mirándose detenidamente la cara, el pelo, las manos, los ojos. Se escudriñaban entre risas, comprobando cómo habían cambiado sus cuerpos. Comían distraídamente, entre sonrisas y caricias, bebiendo champán francés y licores hasta que el amor se hacía inaplazable. Después, pasadas unas horas de arrebatada pasión, se despedían con un abrazo larguísimo, poco antes de las doce y cada uno marchaba por su lado. No volvían a verse, no se escribían ni se llamaban jamás por teléfono, hasta que llegaba una nueva cita, sin necesidad de contactar previamente, el siguiente martes y trece, seis meses, un año más tarde.

Años después, él, Ezra, fue el primero en no acudir al encuentro. Lo sorprendió la muerte en un alud de montaña, ascendiendo una cumbre del Pirineo. Sus últimos pensamientos, unos segundos antes de morir asfixiado, fueron para su hija, para su mujer y para Hira, su amante secreta, a la que, en la distancia, amaba como si fuera una parte más de sí mismo.

Hira no leía los periódicos. Tampoco veía la televisión, donde la noticia, el nombre y el rostro del único amor de su vida ocuparon varios minutos de los informativos. Lo estuvo esperando en la casa vacía, con la cena preparada, y cerca de la medianoche, sin probar un solo bocado, se quedó dormida sobre la cama que habían compartido tantas veces, aguardando aún, entre sueños, sus pasos de nieve.