2009/10/27

CADA UNO FABRICA SU CUERPO

HENRI DE TOULOUSE-L AUTREC (Seated Dancer in Pink Thigts)


Cada uno diseña su vida, cada uno fabrica su cuerpo. Con el paso del tiempo las toxinas se acumulan en el vientre, en la piel, en el rostro. Las piernas se hinchan, suaves líneas anaranjadas atraviesan el arco de los ojos, desgastan los labios, marcan con líneas quebradas el pecho y el cuello.

Cada uno construye su alma, la acuna con palabras de amor o de odio, la dibuja con negras tormentas, la flagela con golpes de sangre, con viejos rencores, la abriga en las noches adversas, cuando nada tiene sentido, cuando la vida nos muestra su rostro ennegrecido, sus rasgos oscuros.


2009/10/14

EL SENDERO DE LAS LAMIAS

WALASSE TING (Deux dames)


La sinceridad no es un deber ante los otros, sino un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Las mujeres y hombres que se exponen como son, sin dobleces, sin trampas, quienes muestran sus cartas, los que actúan con nobleza y prestan su ayuda a cualquiera, son magos maravillosos que transmutan la vida, duendes o hadas, príncipes y princesas que heredaron un mundo perdido.

Estas lamias de ojos hermosos abren sus sentidos para escuchar sus entrañas, para oler y morderse las manos, para sentir el latido de la sangre en su cuello. Solo creen en aquello que habla a través de ellas o de su entorno mágico. Su oráculo son los árboles, las estrellas, los insectos que vuelan a la altura de sus ojos, el susurro del viento en sus mejillas.

Estos apuestos elfos de bellos rostros son obreros, empleados o estudiantes, príncipes desgarbados que no maltratan a nadie salvo para defenderse si un peligro mortal los acecha. Eluden las disputas, no hablan mal de los otros, no castigan o insultan, no condenan a oscuras mazmorras o a torturas impensables a quienes defienden su derecho de frente y con la mirada elevada. Sirven a sus súbditos bebidas, manjares y los confortan en los momentos tristes que la vida nos ofrece a todos, reyes o lacayos.

Estos y estas humildes aristócratas vagan de incógnito por los viejos arrabales, vestidos modestamente, y su único afán es sonreír a los niños y a las estrellas, descubrir nuevos sabores y planetas, percibir el instante que se posa en los átomos de sus dedos, aguardar el paso de los espíritus, explorar el sendero secreto que nos lleva a un lugar desconocido donde nada, salvo la misma vida, importa.