2009/07/08

LA EMPERATRIZ DE LA CALLE DEL LOTO

JEAN JAMSEN (Ballerine jambes croisées)


La Emperatriz de la Calle del Loto lleva una vida sumamente discreta. Va a todas partes caminando, no tiene cochero, guardaespaldas ni mayordomo, y viste con la sencillez de una pensionista pobre o de una marchita empleada de mercería.

Pasea siempre de incógnito para que nadie la reconozca, aunque tal vez el incógnito sea su verdadera naturaleza. Su reino se muestra, como ella, cauteloso y discreto. Al llegar a la Calle del Loto, es difícil que los viajeros perciban que aquel es un territorio distinto, un país independiente, pues nadie les detiene a la entrada o les pide sus visados. Solo pueden ver dibujada en algunas fachadas y cristaleras una flor de loto que identifica la calle como un sello imperial.

La Emperatriz va y vuelve varias veces al día, cargada con la compra, de vuelta del dentista o del podólogo o sale simplemente a pasear, casi siempre sola, juntándose con cualquiera de sus súbditos a quien no le parezca una osadía o una pérdida de tiempo conversar con la realeza. Otras veces, sin embargo, deambula entre otros muchos que no saben que son los ciudadanos de un país desconocido por los geógrafos y los mapas.

La Emperatriz tiene un miedo atroz a las tormentas. Nació en una lejana noche de truenos y relámpagos, según le contaron sus padres, exilados por viejas revoluciones. Está convencida de que una de ellas, igual que la trajo al mundo, también se la llevará.

A sus ochenta años, la Emperatriz de la Calle del Loto piensa que su cuerpo cansado no aguantará mucho más, pues se fatiga mortalmente y su sangre azul se mueve con dificultad por sus piernas. No soporta tampoco la ausencia de su esposo, el antiguo emperador, muerto en un lejano duelo de espadas, y de sus hijos, príncipes y princesas terriblemente ocupados para pasar siquiera un instante a visitarla. Así, entristecida y sola, sin una sola dama de compañía que la consuele, guarda con celo su incógnito y su pena hasta el día en que la tormenta llegue a recogerla.