2012/02/09

OSCURECERSE

CLAUDIO BRAVO


De vez en cuando, Héctor se oscurece para volver como un nuevo ser, días después, a la claridad, a la vida. Entonces acude al teatro o a conciertos, visita restaurantes y cafés, da largos paseos y habla por teléfono hasta altas horas de la noche. Busca sin descanso la compañía de los otros, bebe, come y ama, huye de sí mismo como si no quisiera volver a encontrarse frente a su propia imagen.

De vuelta a la oscuridad, días, semanas o meses después, Héctor parece desorientado y triste. Cierra sus ojos, se concentra en sí mismo y recorre una a una sus arterias, sus vísceras, pasea por el interior de su cerebro, entra en las cavidades de su corazón y se observa a sí mismo como si fueran dos personas distintas o como si se contemplara en un curso de agua.

Héctor se descubre, se analiza y disecciona como si fuera un explorador del océano o un viajero del cosmos. Estudia sus grutas y sus profundos cráteres, fotografía los peces ciegos que recorren sus fondos, los pequeños alienígenas que lo miran asombrados, como si hubiesen descubierto, a su vez, a un extraño ser sin sentido, a un habitante de otro mundo.

Cuando vuelve a la vida, Héctor sabe que lleva un mundo inabarcable dentro de sí, un Universo delicado y difuso donde cabe toda la historia del firmamento, sus antepasados y sus descendientes, algo que no se extinguirá jamás aún cuando su existencia se apague lentamente, como una pequeña flor cubierta por una avalancha de nieve.