2010/02/14

EL DESTINO SECRETO




TAMARA DE LEMPICKA (Tamara in the Green Bugatti)


Algunas veces Nicole piensa que su vida es un papel arrugado que puede quemarse o arrojarse al viento. En otras ocasiones, por el contrario, cree que su existencia es preciosa e inestimable y que está dirigida por un destino secreto.

“En un minuto” escribe en su diario “puedo estar muerta. Un descuido al volante, una arteria obstruida, un aneurisma silencioso que se abre de repente puede hacerme desaparecer como un golpe de aire”.

Nicole es ciudadana francesa pero nació en Martinica. Es hija de un blanco y una negra, pero ella misma, a pesar del color levemente oscurecido de su piel, se siente más negra que blanca. Desde hace unos meses vive en Luz Saint Soubert, un pequeño pueblo de los Pirineos, frío en cualquier época del año. “Vine aquí por amor” escribe “sin saberlo”. Un viaje imprevisto le trajo a este pueblo donde encontró a Robert, el amor de su vida y el padre de su hija, Margot. Robert es profesor de esquí y guía de montaña y Nicole regenta uno de esos establecimientos denominados “Chambre d´hôtes”, un albergue de montaña o un agroturismo lleno de encanto. La mayoría de sus clientes son franceses del interior, catalanes o vascos, llegados desde una distancia de varios cientos de kilómetros.

A la tarde Nicole sale a pasear con la niña por las calles, que tienen sus tiendas abiertas. A veces, mientras Margot juega fuera, en una pequeña plaza, ella entra en el patio de la iglesia y se detiene ante las tumbas antiguas, a ras de hierba, de los ciudadanos ilustres de Luz-Saint-Sauveur y lee sus inscripciones.

“La vida pasa como un soplo. En cualquier momento el futuro puede truncarse” o “El sufrimiento está en todos los caminos” escribe, ya de noche. “Un destino secreto me trajo hasta aquí. En adelante, si el amor desaparece, si asoma la desgracia, me dejaré arrastrar por ese destino allá donde me lleve, como una pluma de águila en la tormenta, como una pequeña canoa a merced del mar”.


2010/01/28

ENTRAR EN LA GUARIDA DEL DRAGÓN

KAYCEEUS

Aquella mañana, mientras aguardaba su turno ante la máquina de café, Maddi sufrió una profunda conmoción. Vio, vuelto de espaldas, a un hombre por el que sintió una atracción poderosísima. Le pareció, sin embargo, demasiado joven. Era delgado y vestía de una forma un tanto bohemia. Cuando se volvió se dio cuenta, observando las diminutas arrugas de su rostro, de que era mayor de lo que había pensado, aproximadamente de su misma edad, alrededor de 38 años. El hombre le sonrió dulcemente, aunque sin que en apariencia reparase en ella y se volvió hacia su círculo de amistades.

Había sido un encuentro casual, sin palabras, pero a Maddi la conmoción le duró varias semanas. Lo veía pasar de vez en cuando, sin dirigirle una sola mirada, como si no la viera o no recordase nada de aquel fugaz encuentro. De un modo casual supo que se llamaba Hans, y que trabajaba como traductor de idiomas en un departamento de la empresa con el que Maddi no tenía ninguna relación. Una amiga le dijo que era de origen suizo, que vivía solo y que no estaba casado.

Maddi nunca se había atrevido a abordar a un hombre. Había tenido dos o tres relaciones, pero siempre eran ellos los que empezaban una conversación, quienes daban el primer paso. A veces todo resultaba muy forzado. La mayoría eran demasiado directos o intentaban ser graciosos. Sin embargo, jamás había sentido aquella intensa emoción que no podía postergar, dejar a un lado o apartar de sí. Una tarde, hojeando un libro sobre orientalismo, leyó una frase que le hizo cavilar durante varios días seguidos: “Atrévete a entrar en la guarida del dragón”, decía. Pensó que era un mensaje dirigido a ella misma y que a pesar de ser mujer tal vez debería hacer algo, dar una muestra de sus sentimientos.

Hizo una larga lista con las posibilidades de dar un paso hacia aquel hombre, un gesto que fuera claro y a la vez considerado y hermoso. Ninguna le convenció del todo. Entre todas ellas, no obstante, escogió una, pero una vez tomada la decisión se consumía pensando en cómo podía ponerla en práctica. La ocasión, sin embargo, se presentó poco después, de forma inesperada. Lo encontró en un pasillo, solo. Se acercó a él y sin decir una sola palabra, le entregó una hermosa roca volcánica, de pequeño tamaño, que había cogido el verano anterior muy cerca de la cumbre del Etna y le dio un beso en la mejilla. Después se alejó, avergonzada. Estuvo ausente toda la tarde, hasta la hora de salida y eligió un trayecto en el que no pudiera encontrarse de ningún modo con él.

A la noche estaba completamente arrepentida de su acción. Si hubiese podido habría dado marcha atrás. Durante los días siguientes, Maddi evitó aparecer por los sitios comunes, donde existía alguna posibilidad de encontrarse con él. Incluso estuvo pensando seriamente en cambiar de trabajo.

Dos semanas después, se lo encontró en un lugar y a una hora inusual. El salía con varios compañeros y se quedó observándola insistentemente. Maddi se alejó sin mirarlo, terriblemente avergonzada.

Unos días más tarde, al llegar a casa, vió un sobre en su buzón. Al abrirlo, sorprendida, encontró una tarjeta con un texto extraño, que no pudo comprender. Le pareció que estaba escrito en alemán. La mujer buscó en Internet un traductor on-line, escribió la frase y oprimió la tecla "enter" de su ordenador. Después, con un nudo en su corazón leyó, entrecortada por la emoción: “Maddi, no te he podido apartar de mi mente desde la primera vez que te vi”.



2010/01/16

UNA MEDIA LUNA SOBRE EL CUELLO

SATURNO BUTTO



La primera vez que la vio desnuda, Kalu descubrió una media luna oscurecida en la base del cuello de la mujer que amaba. No se atrevió a interrogarle sobre el origen de la marca, pero se despertó alterado a medianoche, pensando en ello.

Se lo preguntó por la mañana, mientras desayunaban. Ella se rió pero no dijo nada. No lo hizo tampoco los siguientes años de su noviazgo, cada vez que el muchacho devoraba el sabor de su cuello buscando en él el destino de su vida.

Estaba claro que no se trataba de un tatuaje. Más bien parecía una marca de nacimiento o una cruel impresión hecha a fuego que pretendía hacer visible algún hecho que su pasado ocultaba.

Vivieron juntos muchos años y tuvieron cinco hijos. La media luna seguía allí, año tras año, un parto tras otro, pero las explicaciones de la mujer nunca llegaban. Ante su insistencia, un día, a modo de respuesta, ella le dijo: “Moriré antes que tú. Lo sabrás en mi lecho de muerte”.

A pesar del castigo infligido a su cuerpo por los hijos y el duro trabajo, ella siempre se mantuvo sana, esbelta y firme. Cada noche buscaba ansiosa el torso desnudo de su marido, como si lo desease con una fuerza inaudita, o como si aún quisiera tener hijos imposibles.

Cuando la mujer enfermó de forma inesperada, Kalu no quiso recordar la respuesta pendiente. En aquellos instantes, cuando perdía la mitad de su vida, esa era su última preocupación. Sin embargo, se dio cuenta de que, en aquel terrible trance, la media luna se iba borrando poco a poco, como si el pequeño satélite, reflejado en la piel de la mujer, le hubiera transmitido hasta entonces su fuerza magnética o como si, muchos años atrás, el oscuro cuerpo celeste la hubiera traído a la vida.



2010/01/07

LA FLOR DE HIELO

EVA AZKUE


Desde que descubrió que su marido soñaba con otras mujeres, Fanny guarda una flor de hielo en su corazón. No hizo falta que él se lo contase. Las vio en sus labios dormidos, las sintió en la piel de sus brazos, las vio flotar entre las células de su cerebro, como plumas de ave.

Desde entonces, la flor se interpone ante cada nuevo hombre que aparece en su vida, como si los huesos, los músculos y las arterias de su pecho presintieran el desastre inevitable.

Un día, Fanny encontró a un hombre que, por antiguos desengaños, guardaba en el pecho, como ella, una flor de hielo. La mujer sintió hacia él una atracción devastadora, un huracán de amor y dolor entremezclados como esquirlas punzantes.

Cada día que se encuentran, los dos intentan mantener separado lo que las fuerzas que mueven los astros tratan de unir. Apenas hablan, justo se miran de soslayo, se empeñan en no verse.

Ambos, cada día, se aman en secreto, como tristes figuras de nieve.



2009/12/22

EL DURMIENTE

CLAUDIO BRAVO (Alfombra roja)


El Durmiente puede pasar muchos años en estado de letargo, fuera del mundo, como un oso polar, un murciélago o una marmota. Cuando al fin despierta descubre que sus amigos, sus hermanos y conocidos se han casado y pasean carros de niños, que han visitado el Nepal, Groenlandia o las islas Galápagos, que han cambiado de ciudad o de trabajo, que han engordado o adelgazado, que están enfermos o perdieron el pelo.

El Durmiente los mira incrédulo pues le parece haber estado con ellos unos pocos días antes y que eran bien distintos. Él no ha hecho nada en ese tiempo salvo dormir y consumir el azúcar y la grasa que su cuerpo almacenaba. Por eso está tan delgado y fibroso como un muchacho famélico o un acróbata de circo.

Su casa acumula pelusas y polvo. Por los techos, ángulos y esquinas se mueven arañas, caracoles y minúsculos gusanos blancos. El Durmiente, como un alma atormentada por la duda, oscila entre dos caminos, dejarlos vivir a sus anchas, respetando su derecho a la existencia o asesinarlos fríamente con papel de baño o con insecticida.

Dormir, en realidad, le resulta indiferente. Lo que le gusta al Durmiente es soñar con largos viajes, con tener hijos y esposa, con asistir a fiestas, con vivir en otro país o comprarse una casa a crédito. Así, soñando, se adormece de nuevo y va entrando en una plácida hibernación que lentamente le acerca a la muerte.



2009/12/09

BOCAS LLENAS DE ALFILERES

OSWALDO GUAYASAMÍN (Maternidad)


La vida de Andrea era una carrera hacia sí misma. Nadie era su enemigo, cada ser que se movía a su lado no era sino un espíritu dentro de un cuerpo hermoso, repulsivo o anodino, un hermano en su camino por el mundo, un viajero de las estrellas.

Los demás eran muy importantes en su vida. Quería apasionadamente a Olivo, su pareja, a sus padres y a sus tres hermanas. Se sentía afortunada en su trabajo, tenía cinco o seis amigos de verdad y la gustaba rodearse de gente distinta y poder escucharlos, pues consideraba que cualquier ser humano la superaba en algún aspecto y le podía enseñar algo. Pero ninguno de ellos, ni siquiera Olivo, su compañero, eran su fin en el mundo ni tenían poder sobre su alegría o su felicidad. Ella marcaba sus propios límites, pues sabía que ellos solo la acompañarían un tramo su vida. Ella, y nadie más en el mundo, eran su razón de ser y su destino.

Sin embargo, el día que perdió a la pequeña criatura que llevaba en su interior, la boca se le llenó de alfileres. La había sentido dentro de sí, como un pulso discontinuo, como una corriente marina, como cae la nieve. Contra la opinión de todos, pidió ver su cuerpo minúsculo. Acudió a una pequeña sala muy iluminada y se quedó mirándolo largamente, desgarrada por una tristeza infinita.

Su vida se desbocó para siempre. No quiso ningún otro niño que ocupara el lugar de aquél. Se sentía deprimida y triste. Acudía a trabajar y realizaba sus tareas cotidianas, pero casi no hablaba con nadie. Olivo la consolaba atento y dispuesto. Permaneció así varios años, con él siempre a su lado, como un ángel custodio, hasta que empezó a sentir una pequeña mejoría.


Han pasado muchos años desde entonces. Andrea ha iniciado un lento camino de vuelta a sí misma. Lee, pasea, medita o habla con sus amigos de siempre, pero nunca ha logrado asimilar su dolor. Su boca aún está llena de pequeñas alfileres que la despiertan cada noche, como una tormenta infinita que habitara en su cerebro.



2009/12/08

EL CÍRCULO DE FILÓSOFOS DEL CAFÉ KARNAK

MAXFIELD PARRISH (The Venetian Night Entertainement)


Los domingos por la noche, en el Café Karnak se reúne un pequeño grupo de filósofos insomnes. Ese es un día extraño para muchos, una pausa gris en sus vidas, y aún lo es más su noche, que presagia la vuelta, pocas horas después, a una existencia rutinaria. Cuesta cambiar el paso, acostumbrarse de nuevo a la vida monótona y vulgar.

Esa noche, son muchos los habitantes de la ciudad que no pueden dormir. Entre todos ellos, a veces, quienes tienen la suerte de vivir cerca del Café Karnak deciden levantarse, vestirse, salir a la calle y asomarse a su puerta. La cita de la noche del domingo se ha convertido en un encuentro casi obligado para ellos, por grande que sea el cansancio acumulado durante el fin de semana.

Allí, esos filósofos desvelados, hombres todos ellos, hablan de sexo, de fútbol y política, como hace a todas horas una mayoría indolente de los individuos de su género, pero también, de un modo sorprendente, pasan un tiempo considerable enfrascados en charlas sobre otros temas muy diversos, íntimos o incluso trascendentales.

La actividad que más agitación despierta en estas reuniones, sin embargo, son los desafíos y las apuestas. Los filósofos se marcan extraños retos para los días siguientes, imaginan planes descabellados, se señalan curiosas tareas y quehaceres, se involucran los unos a los otros en aventuras extravagantes, llenas de imaginación. El domingo siguiente, el día de la próxima cita, deberán rendir allí mismo las cuentas de sus éxitos y sus fracasos.

Las reuniones del Círculo, a menudo, parecen una terapia divertida y alocada, sin teorías psicológicas que busquen explicaciones complejas ni facturas escandalosas de expertos en embrollar la mente humana. Son un maravilloso escape a sus vidas, una revolución interior, una puesta en común de sueños truncados, de proyectos incumplidos, de planes de una vida maravillosa.

Yunan es el más joven del grupo de filósofos, el último en unirse a ellos. Acudió al café porque se había enamorado platónicamente de una mujer y había extraviado el sueño. Se encontraba paralizado y no sabía qué hacer. Inmediatamente, el resto de filósofos trazó un plan que el muchacho debía cumplir paso por paso. En un principio, Yunan se sintió avergonzado, pero al día siguiente cumplió lo pactado. La mujer, para su sorpresa, le llamó y aceptó una cita. Desde entonces, duerme abrazado a ella cada noche, dichoso y tranquilo, como si estuviera abrazado a una parte de sí mismo.

Yunan ha recuperado el sueño, pero los domingos a medianoche sigue acudiendo a las reuniones del Círculo. Se sienta entre todos los asistentes, un tanto ausente y se queda mirándolos, uno por uno. Escucha sus nuevos retos, sus ilusiones, sus amores y sus sueños y piensa en un plan ingenioso que permita hacerlos realidad, por encima de los obstáculos de la triste realidad, de la educación y la vida.