2010/03/27

DIBUJOS DE TIZA


IMAN MALEKI


Arp encontró un dibujo de tiza en la puerta de su casa. Parecía un pájaro, pero también podía tratarse de una flor o del cuerpo de una muchacha en movimiento.

Le gustó y no quiso borrarlo. No obstante, con el paso de los días la imagen fue desapareciendo. Poco después vio que alguien había hecho dibujos muy parecidos por todo el edificio, en los corredores, en los dos ascensores, en la puerta de los trasteros y en los garajes. Llegaban hasta el portal, pero no traspasaban la puerta de la calle. Eran un tanto simples, pero originales y armoniosos. El portero de la casa, sin embargo, poco amigo del arte espontáneo, los borró de inmediato.

Esa noche, Arp habló en casa, a la hora de cenar, de los misteriosos dibujos de tiza, pero el tema no pareció interesar lo más mínimo a su mujer o a su hijo de 12 años, que miraban la televisión ensimismados.

Al día siguiente vio, sobre el capó de su coche, un precioso dibujo hecho con tizas de colores. Le gustó tanto que llegó a sacarle varias fotografías. Sin embargo, como no se atrevía a borrarlo y le daba vergüenza salir así a la calle, decidió dejar el coche en el garaje e ir al trabajo en transporte público.

No hubo más dibujos. Arp acabó por limpiar su vehículo y se olvidó de ellos, poco a poco. Su hijo, mientras tanto, muy de mañana, franqueaba la puerta de la calle y salía, perdiendo horas de colegio, a pintar figuras abstractas en los muros desnudos de los bancos, en los vagones de tren, en los edificios públicos o en portales ajenos, utilizando siempre hermosos y delicados trazos de tiza.