2010/04/15

PRINCESAS SILENCIOSAS


Norman Rockwell (Girl with black eye)


Cada país tiene su corte, cada ciudad sus príncipes, cada barrio su monarca. En cada hogar hay un noble y un ladrón, una marquesa o una puta. Princesas silenciosas se sientan a la entrada de sus casas destartaladas, vestidas con ropas pasadas de moda, masticando dientes de ajo o pedazos de pan seco. Mientras tanto, las plebeyas parlanchinas acuden a fiestas elegantes, a restaurantes de lujo, a teatros y conciertos, a inauguraciones o actos políticos.

Sin quejarse, las princesas barren y friegan el suelo, limpian los aseos públicos, bañan niños recién nacidos o ancianos paralíticos y sollozan cuando recuerdan a sus muertos o a los vivos ausentes. Las plebeyas, entre tanto, parlotean sin cesar, se perfuman con esmero y escudriñan las tiendas de postín donde derrochan sin freno.

Las princesas leen a oscuras, malgastando sus ojos hermosos. A través de los cristales sucios de sus cuartos ven pasar modernos automóviles donde las plebeyas, repantingadas, incrementan la redondez de sus formas, pues llevan siempre al lado un hombre implacable que las invita a comer y beber, que las lleva y las trae, que decide y que paga. Las princesas, de tiempo en tiempo van a cenar, de estricto incógnito, a alguna hamburguesería, pero nadie acude a recogerlas ni les envía orquídeas o ramos de rosas.

De noche, las princesas pegan calcomanías de flores en sus mesillas gastadas y se acuestan buscando su propio abrazo bajo las mantas. Desde lo más profundo de sus sueños, príncipes temerosos las observan con inmensa ternura, y susurran en su oído palabras de amor eterno que flotan en el aire nocturno y se posan en sus hombros desnudos, como pequeñas mariposas.