2010/04/30

OFRENDAS A SERES PERVERSOS


SATURNO BUTTÒ



No somos diablos ni espíritus celestes. Sin embargo, guardamos en nuestro interior, en los surcos profundos que modelan nuestro cerebro, en las diminutas células que mueven los ventrículos cardíacos, en el hueco vacío de nuestras manos, la memoria de todos los hombres y mujeres, malvados o benévolos, africanos, asiáticos, europeos, aztecas, maoríes. Somos a un tiempo, sea cual sea nuestra edad, niños y ancianos, chiquillas humildes o princesas, ladrones, mesías y moribundos, maestros irascibles y tiernos muchachos que se sonrojan al contemplarse ante el espejo, desnudos.

No somos más humanos cuando repartimos sonrisas que cuando dejamos que nuestros duendes maléficos salgan a la luz, cuando tenemos un éxito fugaz que cuando perdemos el rumbo y empezamos a hundirnos. Nuestra vida, alimentada por el sol y las estrellas, es resultado del azar. Pasan los años por el mundo, las estaciones cambian el aspecto de la tierra. Nosotros también cambiamos, pero seguimos en pie, buenos y malos, como el mar y los bosques, como los tornados o la lluvia.

Alimento y doy de beber a mis demonios. Los observo comer en mi mano, pacíficos como bulldogs. Van siempre conmigo, a todas partes, escondidos tras mis buenas maneras y mi ropa deportiva, tras el ángel que me enseñaron a aparentar que soy. De cuando en cuando les hago pequeñas ofrendas, dulces, pensamientos maléficos, flagelaciones, momentos oscuros, comidas copiosas. Quien me quiera, deberá quererlos a ellos también. Para que yo pueda darte mi amor, deberé alimentar con cariño a tus demonios, a los seres perversos que duermen en ti.